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jueves, 2 de mayo de 2013

Contaba 27 años el día del principio del fin

Eran las cuatro de la tarde, el sol estaba calentando más de lo normal, aún y así, tenía frío.  El mundo ha cambiado radicalmente, al menos aquí, en el hemisferio norte. Apenas hay comida y la gente empieza a perder la cabeza. Hace semanas que no veo a ningún niño, perro, gato, palomas... todo está desapareciendo  y la civilización, al menos lo que queda de ella, sólo es una utopía, quedamos unos pocos y no sé cuánto aguantaremos sin comida ni agua potable.  

Quién iba a decirme que aquél 15 de mayo de 2013 todo acabaría de una manera tan repentina. Explotaron no sé cuántos misiles, EEUU respondió, cómo no, y ahí empezó el principio del fin. Europa  se hundió sola. La economía no aguantó tanto ladrón y la gente terminó por sublevarse. Los gobiernos por su parte procuraron controlar las movilizaciones, pero... ¿quién puede controlar a millones de personas que no tienen nada que perder?

Ahora no queda nada que podamos reconocer como parte de una civilización; no somos más que pequeños grupos de primates venidos a menos y sin ningún tipo de contacto los unos con los otros, excepto para atacarnos. 
Todo fue demasiado rápido no dio tiempo a almacenar provisiones ni a huir a los pueblos deshabitados, pero eso no fue lo peor, lo peor fueron los niños, se les veía correr de un lado a otro, buscando a sus familiares, o a cualquiera que les hiciera caso, pero...  sólo lograron convertirse en carnaza. Eran (y siguen siendo) fáciles de apresar y, cuando el hambre se generaliza, los escrúpulos desaparecen. Yo tambien he comido alguno, debo reconocerlo, son fáciles de atraer, sólo hace falta una piedra de color chillón y decirle que tienes más caramelos como ese.
Hemos llegado a un extremo en que la única ley que existe es la del más fuerte, quién lo diría, Nietzsche tenía razón. Todavía los hay que se preocupan por mantener la especie y están todo el día intentando procrear (se han disparado los secuestros de las pocas niñas que quedan con vida) pero eso no es lo peor, los conocimientos médicos y sanitarios que teníamos empiezan a desaparecer de nuestra mente colectiva y la mayoría de partos que se dan acaban con dos muertos más.

Los que huyeron primero se han hecho dueños de los campos y de sus frutos, los que nos quedamos en la ciudad estamos condenados a vivir entre escombros e inmundicia. Condenados a matar para no morir y a comer cualquier cosa que se atreva a moverse delante de nuestras narices; recuerdo el olor de las gambas, aunque cada vez es menos claro... echo de menos comer de verdad, y eso con suerte... llevo días alimentándome de papel, en alguna ocasión leí que las cabras eran capaces de sobrevivir así... y ¿qué más puedo hacer?. Hago cosas que, tan solo diez años atrás, jamás habría creído posibles... he matado, he mutilado y he robado.

No lo he hecho pero debéis entender que las convenciones sociales ya ni me importan ni me preocupan, voy a presentarme, mi nombre es Pedro Romero, el día del principio del fin contaba con 27 años, aunque mi aspecto actual es mucho peor que el de alguien de 37 de por aquel entonces, y, en su momento, me dedicaba al periodismo, precisamente por eso creo que soy capaz de poder plasmar los pocos pensamientos lúcidos que me quedan.

Releo las pocas líneas que he escrito y debo hacer una aclaración. No me arrepiento de nada de lo que he hecho, todo, sin excepción, ha sido por sobrevivir, y en los tiempos que corren, eso, precisamente eso, es lo único que importa.

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